El Mundo 🟠 Cada cuatro años el mes de febrero en vez de tener 28 días tiene 29. Esto sucede hoy por ser 2024 un año bisiesto.
Esta particularidad viene a corregir las diferencias en el calendario por el desfase que existe entre la duración del año trópico y el año calendario de 365 días.
Y es que, aunque en el imaginario colectivo el año tiene siempre 365 días, en realidad dura algo más; exactamente 5 horas, 48 minutos y 45,25 segundos más. Redondeando, 6 horas. Dicho reajuste se lleva a cabo para evitar que las fechas astronómicas y cronológicas dejen de coincidir.
Pedro Sánchez nació un 29 de febrero
Pero también hay que tener en cuenta que no todos los múltiplos de cuatro son bisiestos. Si bien el 2000 fue bisiesto y 1600 también, 1700, 1800 y 1900 no lo fueron. ¿La razón? Si un año es múltiplo de 100, ha de serlo también de 400. Si no, los nacidos el 29 de febrero se quedan siete años sin cumpleaños.
Se calcula que unas 30.000 personas en España y cinco millones en todo el mundo tienen carné reservado en el selecto club de los bisiestos, entre los que se encuentra, por ejemplo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Las posibilidades de nacer el 29 de febrero son de una entre 1.641
Primeros ajustes con Julio César
Fue Julio César quien, en el 46 a.C., tras un año que duró 445 días, con toda la confusión que ello supone, decidió racionalizar el calendario. La reflexión que hizo Julio César vino a ser: “seis por cuatro… Perdemos un día cada cuatro años“. Y adjudicado: entre el 23 y el 24 de febrero. Y con el calendario gregoriano, en el siglo XVI, 29 de febrero. Así se introdujo en Roma el año solar de 12 meses de 30 días cada uno, con cinco días de menos al año y uno bisiesto cada cuatrienio.
La colocación de los años bisiestos, uno de cada cuatro años, fue implantado por Dionisio ‘El Pequeño’, un monje de Turquía que en torno al año 200 (d.C) halló la diferencia entre lo que contaba el calendario juliano y la realidad, y por el que si ese desajuste no se corregía, en el plazo de 500 a 600 años el solsticio de verano podría suceder en el solsticio de invierno y viceversa.
De esta manera, Dionisio ‘El pequeño’ observó que para que todas las fechas coincidieran en el tiempo, era preciso que febrero tuviera un día más, para hacer realidad esas seis horas de más que no se cuentan el resto de los años.
Desde la llegada del calendario Gregoriano
Como se ha mencionado anteriormente, el primer calendario moderno fue introducido en 1582 por el papa Gregorio XIII, cuya bula de ese mismo año corrigió un desfase temporal que ya llevaba creciendo varios siglos. A partir de entonces el año nuevo volvería a celebrarse el uno de enero y no a finales de marzo. Este nuevo calendario, llamado gregoriano, era preceptivo para los católicos pero los protestantes siguieron con el antiguo. Tampoco los rusos lo aceptaron.
El hecho de que ese día de más se añada en febrero se debe a que el cómputo que se realiza depende del solsticio de invierno y de la distancia de la luna respecto a la Tierra. De no existir el año bisiesto, los seres humanos no podrían seguir el ciclo de la naturaleza.
Cabe recordar que un año es un período de 12 meses, que se cuentan desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, sumando 365 días con ambas fechas incluidas. Es el tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta al Sol, pero no equivale exactamente a 365 días.
Además, una vuelta completa de la Tierra al Sol se puede medir de distintas maneras:
Año anomalístico: tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por el afelio o el perihelio de su órbita (365 días, seis horas, 13 minutos y 59 segundos).
Año sideral o sidéreo: tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos de la Tierra por el mismo punto de su órbita con respecto a la posición de las estrellas (365 días, seis horas, 9 minutos y 24 segundos).
Año trópico: tiempo que transcurre entre dos pasos consecutivos y reales de la Tierra o aparentes del Sol por el mismo equinoccio o el mismo solsticio (365 días, cinco horas, 48 minutos y 46 segundos).